sábado, 31 de julio de 2010

Capicúa

< Para Montaña



Todo se le olvida a Frank. Si tiene sed camina a la cocina, abre el refri, se hace un sándwich. Puede pasarse toda la noche soñando verdes islas y al día siguiente no bañarse. La otra tarde, qué curioso, me preguntó con desgano si quería jugar Atari; hicimos palomitas sin grasa y nos sentamos en la alfombra persa de la abuela: conectamos los controles, metimos a empujones el cartucho y la tele no prendió jamás, “no ha vuelto la luz” me dijo, y se quedó dormido.

Se le olvidan las cosas, qué sé yo. Podría ser amnesia, falta de concentración, malas vitaminas, poca leche, desvelo, nostalgia. Quizá Frank tiene el síndrome de la nostalgia eterna. O de la tristeza. Puede que el olvido surja del recuerdo, quiero decir, de la aglomeración circunstancial de pensamientos aterrizados en… ¡nada! Seguro que algo así le ocurre. No es posible que se mire en el espejo queriendo rasurarse mientras pone dentífrico en su cepillo. ¡No hay método que siga! La sinrazón, tal vez. El despropósito. ¡Eso es! Desidia. “No hago nada pero me entretengo en pensarlo”. ¡Lo tengo!

2002. Frank tuvo que quedarse en casa por aquello del resfriado y los demás nos fuimos de farra a un bar en la playa. De vuelta, lo encontré en la terraza viendo estrellas. Qué miras Frank / la vía láctea / y cómo es / enoooorme / cuántas estrellas tendrá / más de 400 millones / cómo sabes eso, Frank / Google / ¿te acuerdas del telescopio de papá? / ya no sirve / claro que sirve, ayer lo compusimos, ¿no te acuerdas? / para hoy no sirve, está nublado el cielo / ¡por eso mismo, Frank!, qué veías entonces / el cielo / nublado / la vía láctea / con el cielo nublado / pensaba en la vía láctea detrás del cielo / … / debe ser inmenso, infinito ¿no? / sí, debe ser.

Miramos las no-estrellas cinco minutos, diez. Cantaron cigarras. “Tienes frío” me dijo / Tengo sueño / y frío / sueño, Frank, sueño; no frío, ¡sueño! / por qué repites las cosas / porque así debe ser para que entiendas / entiendo que tengas sueño, es de madrugada / es invierno, Frank; me muero de frío…





Vitral e izote: Ixhuacán de los Reyes

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jueves, 29 de julio de 2010

Yo, polvo

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Play!, de favor.



Cosí esta luz a mis ojos, allí se quedó burbujeante; pura presión explotando en mis cuencas: expresión. Así me parece el reflejo, las sombras proyectadas. Puedo andar despacio en una calle mirando con interés la luz sobre cada objeto. Si el árbol se plasma en la cantera de iglesias, qué bien, sonrío; si disminuye en intensidad, entonces miro al árbol, cada rama, pájaros furiosos, y sonrío. O no, me quedo callado y miro. Solo. Limpio. El aire que respiro es una sombra más de lo que soy.

De pequeño me gustaba tumbarme en la madera del piso y acariciar las duelas con sol que ofrecían las tardes de diciembre. O ver el polvo suspendido, manotear despacio, revolver, y con la mirada seguir el camino de los corpúsculos; lo pequeño iluminado, lo diáfanamente convertido. Y en el “yo, polvo” olvidarme, por un momento inquietante, de todas mis alergias y no-puedos.

Quizá por ello estudio con diafragma la existencia, por detenerme. O, concluyente, afirmo que el universo (cada nébula envolvente) no cabe ni en memoria ni en instante sino en luz. Y entiendo todo, ¡gracia de Dios!, entiendo rotación y traslación, ciclos lunares, agricultura, guerra, asteroides, cocina, computación e inglés. Entiendo, al fin, cultura.

Pienso, quiero decir, me estimulo, pues: a ver, ¿por qué entonces no puedo describir ya nada? ¿Qué perdí y en dónde para no ser capaz hoy día de pronunciar palabras idiotas? ¡Cuánto de descubrimiento, praxis, teorema, fundamento, ley, medicina cohabita aquí a mi lado, en los libros, la tele, las personas! ¡Quién me robó el asombro! ¡Quién el espacio vital de mis neuronas! ¡Cómo fui a perder la sinvergüenza antes siquiera de llegar a viejo!

El pleito nunca es conmigo, para qué, si soy condescendiente con mis actos: mato, presto mis hombros, manejo, saludo, robo encendedores, hablo a las espaldas de los otros, meo de pie, duermo feliz como feto alimentado, palmo, fuerte, ¡rojo!

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Te comen las ganas por decir lo que piensas. No importando eventos o cicatrices. Vamos a escribir sin deberle al criticastro o remendar en pretextos cada línea vacua / Flor, por ejemplo: sexo vegetal del reino vivo. Carne: alimento. Hay quien dice que ser carnívoro es ser, también, adorador de muertos, comensal en banquetes cadavéricos. Y qué. Me gusta. Y qué sin con eso me violento o tomo al ser humano como carne y flor de lo que veo. Astro: Viento. Noche. Pura enumeración. Sortilegios descuidados que me embeben, que palpan cada intento de mis dedos por devolverse la gracia ante teclados inertes. Y qué. Son sólo eso. Golpes de pastillas que chascan los deseos más negros. Fuente inagotable de irreversibles catarsis.

No me propuse nada. No me entretengo tampoco matando las horas con esto; para eso: las revistas malas, el ejemplo en cara de otros, la risa de los niños, los pájaros que cantan, las hormigas conocedoras de nubes y lluvia y malas noticias, los eternos escaparates donde miro artículos que jamás compraré. Y qué si los miro o les patento nombres. Dónde estudio lo que mueve mi alma, dónde acomodo la palabra escrita indescifrable si no es aquí contigo, Peatón, ominoso amigo invisible que nunca me habla. A quién perjudico yo. A quién le enseño o desenseño las hojas amarillas de mis libretas de apuntes. Dónde parar cuando de correr se trata. Y dónde hallarse, como se cree que es uno: feliz y despreocupado, egoísta de otros mundos y sensible hacia los encantos que uno mismo se provee. Aquí, digo yo -polvo-, donde mis versos se convierten en capilla.

)



...

Comentaba entonces, luego de mucho meditar, que me parece bonita la forma en la que el sol se fuga en los rincones e impregna de belleza las alfombras, las macetas, los vidrios. Y a eso me dedico. Y sonrío. O no, me quedo callado y miro. Solo. Limpio.



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miércoles, 28 de julio de 2010

Delicia nosotros

< Patria chica 11/11



Delicia nosotros

Si puedo enunciar delicia, puedo lo demás. Lo demás es pasado cobarde, es eterna, forzada, negligente, burdamente tiempo atrás. La última vez, por ejemplo, que me comí un pedazo de acitrón: y si sabe igual, con qué me quedo luego. La inquietante razón de robarme ostias para echarles cajeta casera: la abuela murió y se acabó la cajeta, con qué me quedo después. El ojo indómito ante la granada que cruje, el sabor amargo de mis dedos, sangre frutal, ávida de lumbre y saliva: gusanos plagaron el árbol del jardín infantil, con qué me quedo antes. Con, creo yo, con el poder, entonces, global y compulsivo, de enmarañar en mis recuerdos cada ingrediente de un chile en nogada… Capisci? No. Pues eso. ¿Y la cajeta? Pues eso.

Sin embargo, caminantes amigos, andantes y desandores de agendas apretadas, está el dulce placer de la prosa y la poesía, está con los ausentes el canto de grillos y cigarras, está el violín huasteco de arco chueco, y las nueces navideñas o pascuales, y el aguardiente norteño, chiapaneco, demoniaco, de maíz, y las malditas virtudes con cada vicio bendito, antagonista nato.

Y están las camas destendidas con sus habitaciones coquetas, el mole castizo y dulzón de las parroquias donde fumo, los caballos herrados, el pasto y sus bondades de mora silvestre, limón, champiñones. Y está el querube de madera con su enloquecido tallador, y el “ves a ver”, y el “Dios me libre”, y la mafia de portales, y mazorcas asadas, y leche fría, abrazos, “no me falles”, ventanas.

Si lo demás se me olvida, por qué enunciar delicia. Delicia nosotros, con toda nuestra genética innoble genética, con nuestros más de peros que además, con la violable siempre virgen inocencia, con el “qué dirán” a cuestas del cliché y el amanerado afán por despedirnos. Deleite del caníbal, complacencia para iracundos, gozo del débil y la “femme fatale”, delicia rinconera de las ciudades y pueblos. Pletóricas cantinas. Comilonas. Hambre. Delicia. Pereza. Egoísmo. Punto y aparte: patria chica.

















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Puestos alucinógenos
Xico, Veracruz

Final de serie

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lunes, 26 de julio de 2010

Catalunya: ¡forza al canut!

< Patria chica 10/n





A propósito

Dar, o no dar, espectáculo.
Venirse arriba.
Cambiar de tercio.
Entrar al trapo.
Salir a hombros.
O por la puerta grande.
Ponerse el mundo por montera.
Estar aseado.
Hacer una faena de aliño.
Lleno hasta la bandera.
El cartel de no hay billetes.
Echar las patas por alto.
Dar la alternativa.
Colgar los trastos.
Jugarse el tipo.
Atarse los machos.
Hacer el paseíllo.
Entrar por derecho.
Buscar la ruina.
¡Música, maestro!
Sacar los pañuelos.
Echar un capote.
Dar una larga cambiada.
Pinchar en hueso.
Estar para el arroz.
Cortar las dos orejas.
Dar la vuelta al ruedo.
Ver los toros desde la barrera...


Podría seguir, pero no es sólo el idioma.
También la plástica, la música, la estética.

Y no voy a detenerme en los hígados de las focas, en la guerra, en la explotación, en nuestra propia naturaleza animal; pero no me digan que la Fiesta no tiene que ver con la cultura. Hablen de crueldad, de sangre, de sufrimiento, y lo admitiré aunque me prive de la única liturgia que respeto, la emoción incomparable del único milagro al que he asistido jamás: 600 kilos y dos pitones en punta, un hombre desarmado, una muleta, y el arte que le salva de la muerte.

Tampoco voy a intentar explicarles eso, no teman.
Entiendo, incluso, que no lo entiendan.

Pero, en nombre de la propia cultura, por favor:
tonterías, las justas.

Andrés Calamaro
Febrero, 2010













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Vs.



Cualquier tarde de toros.
Xico, Veracruz

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viernes, 23 de julio de 2010

Vivir de veras

< Patria chica 9/n





I. Procesión de toritos

Los perros flacos llegaron antes con su jadeo, correría y pelea, y al trote blando van explorando las transversales antiguas calles y sus veredas. Llegan los hombres: gestos altivos, despreocupados; sombrero aludo, dientes dorados –ningún saludo– vienen margeando las arboledas.

Después, las coloridas amplias polleras, las trenzas gordas, dorados aros (casi redondos, casi ovalados), labios carnudos, dientes iguales bien nacarados; y aquellos ojos de acero y humo de ensoñaciones y de presagios –que son azules como zafiros o entonces negros como naufragios –. (…) Respiran luna y aman el sol que son las marcas contradictorias de su vivencia en suelo español.

En la alta noche prenden hogueras y antiguas danzas bailan descalzos como si fueran a levitar, cuando un rapsoda, emocionado, llega por fin y les devuelve todo el pasado en la melodía de su violín. Encarnan lo fantástico y lo fatídico y lo irreal. Algo de circo y de caravana repite un ciclo, ya inmemorial; queda flotando en la tierra vana un vano aroma de eternidad.

Un pueblo en marcha
Ricardo de Brasil, 2007



















II. Danza Mayor
(Payasos, tocotines, santiagos y enmascarados)

El exotismo barroco -o mejor dicho, el proceso de exotización -no se reduce a la pura caricatura, a la parodia o al estereotipo reductor. Los criollos estaban familiarizados con los recursos proveídos por las tradiciones indígenas y el mismo nahuatl.

Sin embargo, no debemos confundir la búsqueda o el conocimiento del detalle folklórico con alguna obsesión por la autenticidad, preocupación que hoy en día condiciona, impregna y pervierte nuestra relación con las culturas extraoccidentales. El caso de las mascaradas proporciona algunos indicios al respecto.

La costumbre de las mascaradas se observa en México desde el siglo de la Conquista. A los españoles, negros y mulatos les gustaba aparecer bajo el disfraz de otra nación. Lo hacían más fácilmente cuando no les guiaba ningún deseo de autenticidad. Al presentarse bajo atuendos exóticos, dejaban la mayor libertad a su imaginación y fantasía. En el coloquio de 1578, se presentaron actores con "trajes" mezclados de Español y de Indio. Uno de ellos "llevaba el cabello cogido al modo de acá, con muchas joyas de oro y perlería. Su vestido interior era a la española y encima un huypil [...] el cual remataba en la cortapisa con una orla de oro y seda" [Hildburg Schiling, 1958]. Aquí, de manera propiamente física, las referencias culturales se sobreponían sin tomar en cuenta normas históricas, arqueológicas o étnicas. Dicha libertad, sin embargo, no significa que el arte mestizo seguía vías arbitrarias o espontáneas.

Nuevo mundo, mundos nuevos
Serge Gruzinski, 2005



























III. "Tantito bien"

Hace ya diez años
que recorro el mundo.
¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!

Quien vive de prisa no vive de veras,
quien no echa raíces no puede dar frutos.

Ser río que recorre, ser nube que pasa,
sin dejar recuerdo ni rastro ninguno,
es triste y más triste para quien se siente
nube en lo elevado, río en lo profundo.

Quisiera ser árbol mejor que ser ave,
quisiera ser leño mejor que ser humo;
y al viaje que cansa
prefiero terruño;
la ciudad nativa con sus campanarios,
arcaicos balcones, portales vetustos
y calles estrechas, como si las casas
tampoco quisieran separarse mucho...
Estoy en la orilla
de un sendero abrupto.

Miro la serpiente de la carretera
que en cada montaña da vueltas a un nudo;
y entonces comprendo que el camino es largo,
que el terreno es brusco,
que la cuesta es ardua,
que el paisaje es mustio...
¡Señor! ¡Ya me canso de viajar! ¡Ya siento
nostalgia, ya ansío descansar muy junto
de los míos!... Todos rodearán mi asiento
para que les diga mis penas y mis triunfos;
y yo, a la manera del que recorriera
un álbum de cromos, contaré con gusto
las mil y una noches de mis aventuras
y acabaré en esta frase de infortunio:
—¡He vivido poco!
¡Me he cansado mucho!

Nostalgia
José Santos Chocano, 1908











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Xico, Veracruz
Julio y 20
Procesión de toritos

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miércoles, 21 de julio de 2010

Se gana lo que se da

< Patria chica 8/n





I. Procesión

“No es que la incomprensión del indígena del Nuevo Mundo sea debida a una falta de aptitud natural sino al rechazo obstinado de su naturaleza respecto a nuestras ideas y nuestras artes. Tumbado sobre una manta en medio de la humareda de su choza, el indio mira con desprecio la cómoda morada del europeo y se complace con orgullo en su miseria; las imágenes de su bárbara independencia elevan y colman su corazón. Sonríe amargamente viéndonos atormentar nuestra vida para adquirir riquezas inútiles. Lo que nosotros llamamos industria, él lo llama humillante sujeción. Compara al trabajador con el buey que va abriendo penosamente su surco. Lo que nosotros llamamos comodidades de la vida, él lo considera juguetes infantiles o refinamientos afeminados. Lo único que nos envidia son nuestras armas. Si puede refugiar su cabeza por la noche bajo una tienda de ramas, si puede encender un fuego para ahuyentar los mosquitos en verano y protegerse del frío en invierno, si sus perros son buenos y la comarca abundante en caza, ¿qué más puede pedirle al Ser Eterno?”.

Quince días en las soledades americanas
Alexis de Tocqueville, 1832

















II. Levantamiento

"Para nosotros, la cultura ni proviene de energía que se degrada al propagarse, ni es caudal que se aminore al repartirse; su defensa, obra será de actividad generosa que lleva implícitas las dos más hondas paradojas de la ética: sólo se pierde lo que se guarda, sólo se gana lo que se da.

Enseñad al que no sabe; despertad al dormido; llamad a la puerta de todos los corazones, de todas las conciencias; y como tampoco es el hombre para la cultura, sino la cultura para el hombre, para todos los hombres, para cada hombre, de ningún modo un fardo ingente para levantado en vilo por todos los hombres, de tal suerte que tan sólo el peso de la cultura, pueda repartirse entre todos; si mañana un vendaval de cinismo, de elementalidad humana, sacude el árbol de la cultura y se lleva algo más que sus hojas secas, no os asustéis. Los árboles demasiado frondosos necesitan perder algunas de sus ramas, en beneficio de sus frutos. Y a falta de una poda sabia y consciente, pudiera ser bueno el huracán".

El poeta y el pueblo
Antonio Machado, 1936



























III. Festejo

"Podrías brotar camino de bambús, si tú quisieras. De rama eléctrica, de verde látigo, juncal, derecho hacia un cielo sesgado. Podrías soñar en humo, en dudas a dos aguas o esperanzas, que huelen a savia nueva, que saben a manzanilla. Prendidos instantes, beber podrías en mirada de niña. O sólo amar (podrías) en susurro de cisne, en pradera de sirga. Amar la vida, ribera de un río, sentada, apacible. O ver pasar los años que se acercan azules como balandras.

Podrías sólo amar o tan sólo soñar.

Podrías brotar camino de bambús si tú quisieras. Amar cuando aleteas de manos y esperas sobre piel desnuda. Podrías soñar en humo, en dudas a dos aguas o esperanzas. Sólo amar, soñar sobre corrientes, escapar del alma y sus escombros. Soñar sobre corrientes, alejada, tan lejos del alma y sus escombros... Soñar sobre corrientes, navegando, buscando aquella vida de agua mansa".

Sólo amar
Manolo García, 2004









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(¡Cántenle mis muertitos!)



Xico, Veracruz
Julio y 20
Procesión y levantamiento del Arco Floral

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