miércoles, 18 de febrero de 2009

Insomnio

>



Escribían juntos siempre que llovía. Se prestaban los bolígrafos y lápices. Intercambiaban sentidos de su prosa y amalgamaban a veces su poesía. Robaban de las flores el color para sus textos y del césped mojado toda la sensualidad cerebral que luego les brotaba como vapores pesados. Radiaban; cerca de la noche se les veía a lo lejos comer chocolates blancos mientras andaban los parques.

También, en ocasiones, bostezaban; se miraban rudos, la una al otro, pescando en celos sus sueños de escritores rotos. Volvían a casa y dormían. Casi no hablaban; apenas comieron juntos unas veces en treinta y siete otoños que vivieron como esposos.

Luego una noche de mayo llovió. Era tan fuerte el presagio que el agua se minó entre las hendijas de la sala y poco a poco inundó toda la casa. Los libros de Borges y Salgari, uno a uno, fueron desencajándose de su espacio, de sus muebles, de su vida. Y los peces japoneses. Y las tazas que coleccionaban de sus viajes. Y los juegos de mesa. Y las fotos de los nietos. Y la pintura aquella que les heredó Bernardo Torrens en subasta. Y los lirios. Y las hojas sueltas. Y el armario con vinilos de ECM y Motown Records.

Y así todas las cosas, algunas con pesados escombros ritualistas, otras tantas sin lujos de forma u origen definido, fueron quedando sumergidas en el vientre materno de la lluvia homicida.

Aquella vez no escribieron, sólo se abrazaron en la cama vieja y se desearon las buenas noches / Afuera había sol, y el resto de la gente tomaba la siesta.

///



<

martes, 17 de febrero de 2009

Confesiones de un Lunes

>



9:12

Rosario me regaló algo bonito por mi santo.

Rompí la envoltura con prisa estúpida y terminé tirando todo el contenido a la basura. La estúpida basura se apresuró a romper el contenido que antes envuelto terminó tirado. Terminé de envolver el contenido y estúpidamente rompí la basura con prisa. Ahora la prisa sin contenido me envuelve entre basuras tiradas; si seré estúpido…

10:03

Un cursor perezoso es manipulado grácilmente por mi ratón sin alambre. El roedor eléctrico me causa artritis y justo cuando pienso seriamente que enloquecer es la salida, un monitor me anuncia por medio de unas rayas amarillas que las pilas fenecieron luego de jugar la final de Pin Ball Magic contra un húngaro de siete años. El muy sin vergüenza me ganó por veintiocho puntos y añadió caritas felices a su score en su myspace. Nos dimos un apretón de manos con emoticones rosas y luego se desconectó del sitio aquel, dejándome partida el alma y los ojos irritados.

11:40

La vida de un móvil transcurre (la mayor parte del tiempo) muy quieta; tremenda la ironía. Es acaso como el humo silencioso que se desprende de las velas; es quizá la maravilla fortuita de las plantas que se mueven cuando nadie las mira –o apenas alguno las vigile largo rato para encontrar descanso-.

12:15

Anoche se acercó lo suficiente como para verle los colmillos a una araña grande y parda. Posaban enhiestos sobre el muro encalado y daban ganas de tocarlos nomás por sentir así de onda una mordida caliente. Dije yo, preocupado y lejano, que de un tiempo a esta parte las tarántulas me parecen graciosas si las comparo con las tijeretas que pueblan mi pisito con madera. Dijo ella, indiferente y morbosa, que las arañas no tenían colmillos sino pinzas. Dije yo, sobresaltado y suspicaz, que cómo era posible que escuchara mis pensamientos. Dijo ella, coqueta y sin sentido: ¡me confundí; sí tienen colmillos!

12:57

...

Y es que un móvil puede parar de golpe por impulso humano o juguete de gatos; puede alebrestarse entonces como aliviando el vacío y ser a la vez residuo de vacío. Un móvil es, si bien se ve, la introspectiva de una algarabía que pende de plafones y a la gravedad resiste. Curvas de diseño y performance: a tal proyecto me reduzco cuando intento caminar a través de lánguidas partículas de hidrógeno.

9:12

Casi me cago, literal, cuando supe de un brote de risa en la calle 14. Empezó muy de mañana; todavía sin sol, la niña Julieta se rió con timidez de mi persona batida en Calcetose.

Salí de casa de Rosario con el reloj encima hacia el piso 9 del edificio guinda y tropecé con una mujer inquieta que lloraba en el ascensor. Al notarme, aquella Clementina cincuentona paró de golpe, y al levantar la cara se le vino abajo el rimel formando un lunar de bruja en su nariz; me volteé de cuerpo entero y tosí por no reír. ¡Tu puta madre, imbécil!, debió haberse dado cuenta.

Me quité de allí como pude y sonrosado; rápido lo conté a cuatro colegas ante la máquina de café y todos reímos. Uno de ellos distribuyó el chisme con tacto magistral. Dos mujeres durante un descanso para pan dulce y más café ubicaron a la bruja y le murmuraron al lado: “dónde dejaste la escoba”; la bruja nunca supo pues el chiste era local.

Habría que ver a la salida a Don Ramón Martínez y clientela degustando tacos sudados de huevo con espinacas y discutiendo todos que si Rosamari (la bruja) trabajaba en ventas o estaba simplemente de visita conyugal. Luego supe que su marido era mi jefe, y que al ojo, sabía mis nombres y apellidos.

///

puente musical



///

9:17

Rosamari habrá llegado a la calle 14 muy contenta; posiblemente abrió la puerta de su casa silbando una de Pedro Infante, preparó dos sándwiches con jamón del bueno y rebanadas de plástico amarillo. Esperó al licenciado muy paciente en la salita, se puso a ver el noticiario de la tarde y tuvo a bien comerse las últimas uvas de un racimo oxidado.

Tal vez a las nueve llegó el esposo, y allí, en el mismo rellano de la entrada al jolecito principal, la lechuza aquella le cayó con llantos y mejillas y más rimel. Debió haberle contado todo, exagerando, por supuesto, el episodio. Luego de calmarse, se dieron dos besos y comenzaron a reir -casi a carcajadas siniestras-; no habría podido estar mejor cimbrado el despido masivo del que hace unos instantes fui testigo; si seré estúpido.

///

(Los cubículos son de Michael Hogue)

<

lunes, 16 de febrero de 2009

Ciencia Mística para Incrédulos de Bolsillo

> Un hidden track.



uno:

felicidad.
(Del lat. felicĭtas, -ātis).

f. Estado del ánimo que se complace en la p o s e s i ó n de un bien.
RAE


dos:

Dudamos que el cielo sea eterno; dudamos que exista, siquiera. Vamos derrapando inseguros y algo cansados; vamos, quiero decir, por los caminos más latentes de nuestro presente y pasado. Vemos poco hacia delante, esperamos, quizá, que Cioran se equivoque en una de sus tantas epístolas tremendistas. ¿Vale más entonces la vida del forward?, o es, en una de esas, más cremoso regodearse en las trincheras felices y lodosas de los huertos que sembramos antes.

Dudamos también que hayamos sembrado huertos; dudamos, además, de la tierra. Casi sin espacio respiramos de los otros y casi de los otros tomamos una parte y la metemos en la oreja por la fuerza. Allí mismo decidimos si la música nos gusta o la tiramos. Allí en la oreja izquierda retumba el drum and bass de los pastiches de amor, del qué se yo, de (por ejemplo) los valientes anónimos que integran la suerte del h o y o nos la demandan después con intereses. Y allí en la derecha se muestra receloso el otro yo; el que dicta a timbrazos el momento emotivo que emana de los poros de la gente que por las mañanas come ciruelas y en las noches…

(

Duda.
Llora siempre que aparece
-sobre la negritud gigante- una luna disconforme.
Mengua.
Rompe en un silencio abarrotado de hormigas rojas.
Sangra.
Pide a flor de piel que le alineen cada paisaje
-estropeado por el paisaje-.
Mira.
Hace gelatinas de fotos con niños que sonríen.
Muerde.
Y en el acto se establecen la luz, el uniforme, la vanguardia.

luz contenida en las piedras
rotos uniformes de verano
ardua innovación en pareceres


)

¿Por qué será entonces que nos endilgan las batallas que jamás perdimos?; podría empezar a verse el cosmos de otras formas si nunca repasáramos las tropas que han caído. ¿Por qué, de nueva cuenta, no le pedimos al misterio que se forme en fila de una puta vez y se deje de cinismos?; habría seguramente largas colas en todas las habitaciones del mundo. ¿Cómo es que el humo se convierte luego en ceniza?, ¿quién diseñó los moldes de las artes amatorias?, ¿qué mano impura bautizó al amor como rasgo innato y al odio como genoma?

Piense como piense y doquiera que vaya, me remitiré en el parasiempre (del que no se duda) que enuncian los que habitan otros tiempos y alimentan otras mañas: “donde se mira se encuentra y allá donde se encuentra, se es feliz”.


tres:




cuatro:



until next friday!
;-)

<

miércoles, 4 de febrero de 2009

Cualquier Sistema

>



Cualquier sistema que montéis sin nosotros
será derribado.
Ya os avisamos antes
y nada de lo que construísteis ha perdurado.

Oídlo mientras os inclináis sobre vuestros planos.
Oídlo mientras os arremangáis.
Oídlo una vez más:
cualquier sistema que montéis sin nosotros
sera derribado.

Tenéis vuestras drogas.
Tenéis vuestras pirámides, vuestros Pentágonos;
con toda vuestra hierba y vuestras balas
ya no podéis cazarnos.

Lo único que revelaremos de nosotros
es este aviso:
Nada de lo que construísteis ha perdurado.
Cualquier sistema que os montéis sin nosotros
será derribado.


Cohen

///



al castellano: Alberto Manzano

<

martes, 3 de febrero de 2009

Siete Semitonos Naturales

> A los interventores de enero



limma.

Afuera, un grillo verde. La ventana enmarcada en madera permanecía muy quieta por el frío; dicen que los cristales se hacen más delgados con el frío. Adentro, ella desenvolviendo un móvil; un atrapa sueños que minuciosamente había cubierto con pedacitos de papel. Será siempre una imagen evocadora de instantes tibios.

Otra noche se nos metió el grillo a la habitación.

re.

Habría que ver los campos de tabaco en la región de los Tuxtlas, en Veracruz. Se alargan por kilómetros, a veces en verde y luego más secos / colgadas las hojas de estructuras hechas con palos irregulares y oxidados alambres.

Habría que darse un buen revolcón en medio de esos campos y ser interrumpidos, quizá, por un aspersor en medio de la tarde caliente. Habría que reafirmarse como animal y darle más pausa a la razón del establishment. Y a mí me gusta el qué dirán pero me gustan más los puros que vienen dentro de cajas pintadas con morados y azulgranas.

mi.

Un pisito recubierto con parquet siempre me antoja desnudar los pies para pasearlos suaves, casi arrastrando toda la planta; yo tuve un piso imitación parquet en casa, luego varios ingenieros descubrieron humedad en entresuelos ocultos, el piso se hinchó, le creció musgo, hubo ranas saltarinas, cochinillas en celo, agua viscosa en burbuja: parecía más ciénaga que sala. A mí se me olvida a veces que la Pacha Mama nunca se detiene; cuando la quiero controlar, se me revierte con flores marchitas.

fa.

Mientras comprábamos leche y granola sin azúcar hablábamos de un edificio que tiene un árbol adentro. El árbol está como en el piso 15, y el rascacielos en la Ciudad de México; no lo conozco a detalle, lo ubico bien de vista; mi padre y yo nos paseábamos en un Volkswagen blanco cada dos meses. Una vez formamos parte del tráfico interesante, se me vienen pedazos de óleo a la cabeza (quizá no sepa contarlo bien); el caso es que en el asiento trasero llevábamos un largo y pesado plástico con bolas de aire para cubrir albercas, y arriba un colchón matrimonial sin aviso de "exceso de dimensiones". Un agente de tránsito nos detuvo de inmediato. Sobre la calle, ese edificio / y en el piso 15, una luz brillante para un niño.

sol.

Aquí nos damos un beso. Los labios se fruncen, se encuadran en álgidos compases. Dos o tres acercamientos más que nos saben a centeno, a guayaba, a miel de abeja y a polen; Una mano que parte del inicio de las nalgas y va a llegar al cuello. La otra que acaricia su firme muslo izquierdo. Un espejo más lejos, uno de cuerpo entero donde a veces ella se visita en su estatura, se guiña el ojo, se arregla el pelo. Un cuerpo cálido y sencillo. Una vanidad somera. Una puerta cerrada. Un dejo diminuto de lujuria.

apotomé.

Cuando se fue su recuerdo (malévolo y coqueto, considerable espectro) sentí que al fin los árboles reventaban en flores y pájaros. Todo era más sordo, todo menos cuidado, más asombroso, pleno en tordos, vencejos y cigarras. (Vale la pena acercarse a un parque cerca de las siete de la tarde. Vale más si te habita muy cerca una persona que te quiere y quieres. Hay incluso plusvalías: un apretón de manos, una bufanda, una nieve de higo, dos calcetines de lana, una sonrisa sincera, que de sincera es ligera y de ligera, vuela.)

si.

En aquel sitio de vegetarianos ponían sobre las mesas de madera unos floreros índigo llenos de ternuras comestibles. Era bonito; dicen que lo quitaron porque sólo la gente mala se come a las flores. Hoy y allí hay un espacio abierto para guardar vehículos; el centro de la ciudad es pequeño, son cuatro o cinco cuadras sin diseño ni urbanidad ni asombrosos portentos arquitectónicos. Sé que la dueña abrió una tienda de refacciones para autos tres calles abajo y que por las noches, tomando té de canela, pinta acuarelas de flores usando cuchillos y tenedores.

///



Chinese Lullaby es de Janet Hansen

<