lunes, 27 de febrero de 2006

Amistad (y Otras Desviaciones a Distancia)


¡Viene Joaquín!... sí, sí, ya pronto; será cosa de tres semanas... ¡claro que ya los compré!, así que déjate de excusas y nos vamos a verlo... el 12 de febrero... sábado sí, es su cumpleaños... te veo para darte el boleto...

Sucedió no hace tiempo; Arturo se había medido con la noticia: Sabina en México; luego de años, de discos cantados y rones, de tumultuosas voces mañaneras que acompasaban inquietas sus canciones. Quizá es momento de contarlo.

Un viaje discreto; sin mucho itinerario, sin maleta, sin amores olvidados, pero lleno de alegrías, entusiasmos, una que otra risa cómplice y dos raspados walkmans llenos de Joaquín, una tras otra, sin pausa, con “filin”, con tanto y tanto recuerdo provocado por una letra inmensa, canalla, sincera. Platicábamos los dos de encuentros anteriores, de conciertos que dejaron huella, del día aquel que abuela murió y nos apagó su última gira durante un interminable funeral con tíos desconocidos y plañideras llenas de dolor. Platicábamos de tanto en esos viajes de ida y vuelta, en esas rutas de artistas diversos, que ahora con certeza, digo conocerle bien. Arturo es el tipo aquél de imágenes gastadas, el gordo amable que vive en el pasado, es por ello quizá que con él comulgo fervorosamente.

Al bajar del autobús y atravesar la ciudad en metro, nos damos cuenta (tremenda analogía) del paradisíaco invento que son los pueblos. El nuestro es uno pequeñito, muy limpio en colores y paisaje, habitado por la gente de las altas montañas veracruzanas; Xico se llama, y en él se escucha, cada seis horas, el carrillón desafinado de parroquia, se vende nieve de fresco manantial, se obtiene anís de las praderas, se bebe caña por litro y se vota por el PRD.

Ya la gente en el Metropolitan está impaciente; primero, unos tacos de suadero con el güero de la esquina: la sazón impecable, la salsa muy salsa, los imecas necesarios. ¿Otra cervecita?. Que sean dos entonces. Son casi las siete; el cielo se oscurece, la cuenta de las chelas se dispara por los aires, es momento entonces de integrarse a la cola, que desordenada, encuentra la taza made in China, la camiseta de Malasia y el disco pirata manufacturado en el Japón. Mi sombra se hace gruesa y el vaso desechable vacío está ya de cerveza (vaya rima pintoresca). Arturo pide a gritos dos de las oficiales: ¡son las oficiales güey!, me grita, accedo a sacar un billete, no sin antes vigilar a la pareja de fulanos que se acerca demasiado. ¿180 pesos?... (%#$!!!!$#¡¡) ¡pero sí es una ganga!, ¡llévate otra!, le digo ya con la saliva propia que producen los etiles y el nulo balance económico que siempre ha cargado mi vida.

“Nunca es tarde para el brandy”, me habla la inconciencia. “primera llamada, ésta es primera llamada”; sala adentro, un bajo acústico ya resuena entonando los acordes vagos de una de las nuevas que viene a presentar. Entremos de una buena vez.

El concierto transcurre alegremente perfumado de algarabías, vivas y olés que poco a poco soltamos los interesados en el tema; detrás nuestro, una pareja se deshace a besos, se dicta el “hoy te amo y prolongo ese hoy al infinito, vida mía” que tanto nos gusta oír a los que gozamos de la cursilería. Vienen y van las cervezas (las trae de la barra un muchacho educado), uno a uno se sueltan los tonos de acordes distantes y hermosos que provocan jubilosas lágrimas. “Hasta pronto mi México; no se me mueran nunca, carajo” repica Joaquín con su voz amarga y de tabaco muy dentro del cuerpo y del alma.

Éxito rotundo el de la noche, redondo viaje que oscurece.

Fuimos los últimos en salir de aquel teatro; el portero, intrigado, ya golpeaba, como no queriendo, la diminuta puerta del disgusto, la que nos volvería otra vez seres mortales y efímeros. Afuera; la noche cae en pleno, y más allá, la paradoja: "tú dime compadre... ¿TAPO o barecito?"... y yo ya todo bendito, feliz, satisfecho, enorme, le contesto torpemente a Arturo: barecito carnal, barecito, que esperen los camiones.

Y esperaron. Miramar fue el tugurio, algo pequeño, de esos que no llaman mucho la atención, dos rondas y nos vamos... dos rondas más... dos más... nomás otras dos y ya... la penúltima ¿no?... Al salir, un taxi nos pita, nos ciega con los faros: ¿a dónde?, pregunta incipiente el conductor; al cielo, compadre; responde mi amigo con cautela. Camino a la terminal, conversamos de la seguridad en la ciudad, intercambiamos datos, incluso le dijimos, ya desafinados e ineptos, que por gente como él, el Distrito adquiría prestigio.

De no haber llevado un ángel con nosotros, probablemente y como buenos provincianos, hubiésemos terminado en la primera plana de algún diario amarillista: “caen jóvenes veracruzanos en manos de la mafia oculta del centro histórico”. De no haber llevado un ángel insisto, pero hubo uno bien grande, uno que jamás descuidó nuestros descuidos: el de la amistad, el del compañerismo, el ángel aquél que con alas grandes nos incita a aventurarnos en viajes como éste.

De vuelta en Xalapa, adormecidos y con la dura resaca a cuestas, nos espera aún la organización para la despedida de soltero de Patricio. Ninguno quiere saber algo del otro, incluso nos gritamos ya en el túnel y decidimos no hablarnos nunca más. Esa misma tarde suena el incómodo teléfono: ¿Juan Carlos?... ya brother, en serio, qué le vamos a organizar al Pato...


> vivido en febrero '01/escrito en noviembre '04/ publicado ahora.

miércoles, 15 de febrero de 2006

El Enredo de un Cordón Umbilical

Una narración de Juan Carlos Medrano.
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"...amigos míos: veo que los padres están complacidos y eso me complace a mí también, porque sé que si los padres están complacidos, ellos complacerán a los hijos (enorme aplauso, gran risa)."
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GEORGE CATLIN. Vida entre los indios.
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Raúl y Josefina son una pareja que ha nacido para amarse, para jurarse eternidad, para disimular su enojo cuando están en compañía, para reír y llorar con las películas, para comer del mismo plato y tomar del mismo vaso. Raúl y Josefina están satisfechos pues han crecido, tienen responsabilidades mutuas, ya no son pequeños, ya no huyen de los besos ni del sexo, tampoco se esconden ni se citan ciegamente en los cafés. Papás ya no se enojan.

Raúl y Josefina viven ahora juntos, son deseados por demás personas, ajenas a su magia, a su encanto y a toda melodía. Personas ajenas a su sangre; por eso son deseados. Raúl se envuelve siempre en misterios, en libros, en corazones olvidados, en cantos de tarde sin sol, en manzanas, en navajas de afeitar, en cortauñas, en metodologías usuales de todo desayuno; se especializa en omelettes y le gusta el agua simple. A Raúl le gusta mucho el agua simple. Josefina es delicada, amable con visitas que saben ser amables, fuerte con los tropiezos vitales y amante del té con crema; muy inglesita es Josefina. A ambos les fascina el sol y no la playa, se visten como niños, les gusta el lodo, el azúcar y la cáscara de naranja cristalizada, matarían por ella. De hecho cultivan las naranjas, las deshidratan, las empolvan con un chile pequeño que dicen es afrodisíaco y después se las comen, son capaces de pasarse toda una tarde viendo escurrir gotas raras de otoño; escurrir por el tejado, caer enseguida, destruirse. Son capaces de todo.

De pequeños, luego de cenar, jugaban largas horas a ser astrónomos, y a veces, cuando la cena era muy fuerte y la hora temprana, a ser estrellas. Y ardían, ambas estrellas ardían si en alguna casa no había padres. Muy precoces, muy 12 añitos, muy de su estatura. Sólo ardían, Josefina cerraba los ojos y tragaba saliva; jamás explotaban, a Raúl le daba miedo explotar. Sería el caos, la pérdida total de los sentidos y los ecos de un romance prohibido agitarían pañuelos en la catedral de aquella cabecera. Y los ecos, queridos míos, lo vuelven a uno vulnerable. Los ecos hacen que uno se escape, que uno viva huyendo por decreto universal, porque está prohibido ya lo dije, porque Dios castiga estos romances. Son de monstruos estos romances, y su prole son monstruos igualmente. Diosito los castiga, envenena por dentro a la mujer, y su nidito de venas y placenta se endurece, se deforma. Lo mismo pasa con los perros, sus cachorros mueren y nos quedamos todos sin vender siquiera " al prieto aquel, ese que se mueve como si estuviera borrachito". Ni eso nos dejan los perros, por eso los Hombres y los perros se están muriendo de hambre. Ni vender al borrachito podemos.

Por eso, por los castigos divinos que jamás se dieron y por los cachorros que Momo y Snoopy, la pareja de perros que los acompañaba a todas partes, jamás tuvieron, por los ecos y por las catedrales, Raúl y Josefina huyeron encolerizando al cielo, a los padres, al viento en arrozales, a la multitud entrometida. Huyeron de ellos mismos, pero juntos, sin trampas, sin juramentos eternos, sin pareja que ha nacido para amarse. Se asentaron en la ciudad cercana a su pasado. Incluso en los hospitales, si se les veía de la mano sonreír y luego detenerse a contraluz para besarse y amarrarse, eran tildados de obscenos, de malditos, de prófugos. Yo mismo, de tener las piedras, se las tiraba.

Detener las piedras, eso hacían Raúl y Josefina, y luego, te devolvían a cambio una sonrisa cómplice y era cuando te sentías sucio, o te ruborizabas o te descarabas e ibas con tu amante de la farmacia a decirle que tu esposa ya había aceptado el divorcio. No había por qué temerles. ¿O la envidia es tu conciencia?. No. Entonces no hay por qué, ni a ellos, ni a los raros, ni a los que se salen de tu esquema, el esquema universal. Eso te dicen los letrados, los intelectuales. ¿Pero si están mintiendo por ser ellos iguales?, ¿qué tal si se contagia?. Por eso tomamos medicinas, y nos sentimos más felices, por eso nos tapamos los ojos cuando vemos el terror muy de cerca, por miedo a que nos guste. Por eso tú tienes a tu pareja, que conociste en un bar, o en un kinder, con la que ahora vives alejado y sin saber que en la casa de enfrente mataron a un gatito por celos o hubo un accidente, uno pasional, de esos que nunca son accidentes.

A Raúl y a Josefina les pasó lo mismo, vivían en la casa de enfrente y un mal día, de esos en los que arrojamos objetos para defendernos de la persona con la que hacemos el amor, un día con trincheras, en un ratito, en un minuto, sucedió lo que no tenía que suceder jamás: tocaron el timbre los papás de Raúl, y a Josefina se les salían las lágrimas mientras abrazaba a ambos. Raúl no los quería, Josefina era suya, no de ellos, ni de nadie, suya sola, muy suya, muy de su agrado, muy cercana. No hay nada más cercano. Los papás se la llevaron entre empujones y gritos y las noches de Raúl se hicieron amargas y rudas. La cama había crecido y Raúl no era gordo. La cama era muy grande sin Josefina. Y Josefina muy pequeña sin Raúl.

El papá de Raúl se llama Raúl y la mamá de Josefina, Josefina. Personas comunes, que vemos en los bancos esperando turnos o en cocinas cocinando, personas que no entienden la otra dimensión de los espacios, personas comunes. A ambos les hubiese gustado que sus hijos fueran comunes también, que supieran leyes y encontraran caminos justos, equilibrados, sin cuestionamientos morales, sin algarabías. Y no es raro, la esposa del papá de Raúl es increíblemente adorable, una señora muy tierna, que borda en las tardes con otras tres amigas y que a diario llora cuando le recuerdan de su hijo, y del esposo de la mamá de Josefina nadie se puede quejar, es un hombre que trabaja duro en una firma de abogados y que quiere lo mejor para su hija. Historia sencilla, sin rodeos, hay miles de ellos, muchos quisieran ser como ellos de hecho. Los papás de Raúl y los de Josefina son personas de bien, que a veces pierden los estribos por que a sus hijos se les ha ocurrido quererse. Diario pasa y nadie dice algo.

Raúl hijo, protagónico, no el padre sino el hijo, esperó dos meses a Josefina, su amada, no la madre de su amada, pero Josefina no asistía al encuentro así que Raúl corrió a rescatarla de las conversaciones de siempre, de vino tinto y pan con queso que a él tanto miedo daban. No le fue difícil entrar en la casa donde ahora vivía su única ilusión pues a final de cuentas era bien recibido, era parte de la familia y aunque todos quisieran negarlo, siempre lo sería. Así que por qué no ir a reclamar lo suyo, lo que le otorgaba cariño y le servía de postre por las madrugadas. Por qué no ir a recuperar a Josefina de su claustro y demostrarle a todos que los monstruos no tenían más monstruos por hijitos. Podría ser, pero no era el caso. Así que decidido entró, habló con los padres de Josefina mientras ella escuchaba tras la puerta de su habitación la discusión que poco a poco iba creciendo, hasta que oyó el disparo, uno sólo, muy atinado y luego un llanto quedo, de soledad anticipada.
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Luego Raúl fue por Josefina y salieron de ahí sin ser notados por antiguos vecinos o antiguos hospitales. Ya que nadie les querría después de lo sucedido, decidieron huir lejos, esta vez más lejos y más sin motivos que la primera. Raúl ahora se dedica a la abogacía y Josefina ha puesto sesiones de bordados en las tardes, en aquel ático que les alquilan barato en una ciudad muy grande y sin compromisos donde se ve seguido lo prohibido. Dicen que el talento pasa de generación en generación. ¿o es al revés?.

Dicen que ya nadie les molesta, tienen ahora una hija, es ciega, pero sus doctores de confianza han dicho que es debido a las malformaciones genéticas de las que todo mundo antes hablaba. Pero su hija no es un monstruo, sólo es ciega. Josefina ya está embarazada otra vez y su hijito, al que llamarán Raúl, honrando a su abuelo, nacerá en los primeros días de junio. La hija ya quiere tener un hermanito y habla con sus amigas de la escuela que cuando crezca se casará con él. Los papás, cuando escuchan eso se ríen discretamente. Raúl y Josefina comieron del mismo plato y bebieron del mismo vaso. Saben a lo que se refiere su pequeña. Raúl y Josefina son hermanos de sangre. Y ahora están viendo escurrir las gotas del tejado, eso que tanto les gusta.

Dos Sonetos

[ de la serie: sonetos tristes / enero - marzo 2002 ]

Nostalgia del amigo no nostálgico.

Mi vida está sufriendo cambios bruscos,
No hay detalles que queramos conocer,
No hay tormentas, hay batallas por hacer
entre estudiantes jugando a ser toscos.

Así que empiezo, ligero, muy hosco.
Pintando: ¡buenos días amanecer!
Me doy por vencido, empiezo a oscurecer.
Qué más da, buenas cartas no conozco.

¿y qué les digo?, ¿que los quiero a todos?
Bien ya saben lo transparente que soy
Si engaño, me vendo de todos modos

No hay por qué venderse si gratis me doy
No pido separarme de estos mundos
Si por eso me distingo en cómo soy.


Lucifer en romance.

Espérame aquí, no tardo, mi vida
Sólo quiero distraerme de tu paz
Ya no quiero usar aquel anti-antifaz
No más máscaras sin recelos, vida

Lo sé, lo supe siempre, que eras viuda
Sin embargo no cambié en lo perspicaz
Soy muy tierno, nunca pico por detrás.
Alacrán, tengo una muerte medida

Vivo feliz sin los grandes venenos
Guerra, antrax, lobos, infiernos, derroche
Los cientos de perros muy mal enfermos

No hay luz, ni canto, sólo un yo fantoche
Que quiere vernos besarse sin frenos
¿qué pasa, le tienes miedo a la noche?


nota: ...... muy mal ¿eh?, muuuuy muy mal Juan Carlos. Y habría que leer los otros, ¡madre mía!, esto de desenterrar el pasado...

martes, 14 de febrero de 2006

Yo Quiero, mi Amorcito

Yo quiero reírme.
Quiero hacerlo fuertemente.
Reírme con ganas de mí y poder, sin temor a ofenderte, reírme de tí.
Quiero decirte "no me importa", poder voltear a tus ojos sin asustarme.
Hacer lo que me de la gana cuando me venga en gana y no meterme en formalismos, ni en escritorios.
Quiero poder decirte un "no" a mis anchas; conciso, profundo, sin adornos, un "no" de aquellos que siempre recuerda uno.
Quiero repartirme sin dar explicación alguna.
Quiero, mi amorcito, un "te quiero" cuando me es preciso.
Un "te ayudo" cuando lo requiera.
Un "te callas" y me callo.
No quiero el derroche.
No quiero que me escuches ni que por eso me reproches.
Quiero hablarte de mis intereses y a los tuyos hacerles un casito.
Quiero escuchar mi música a MI volumen, no enterarme del vecino.
Quiero comer y beber contigo, y a veces sin tí.
Darme besos contigo.
Quiero saborearme como pocas veces lo hago.
Quiero tiempo a solas, un florero con tulipanes anaranjados y un vaso con agua del grifo.
No quiero encapsular mi felicidad a absurdos momentos con final.
Que nada se termine, que haya siempre de sobra, que qué me importan los demás.
Quiero no decirte mis angustias, y elegir los chistes y contarlos como me ronque la gana.
Quiero blasfemar a gritos y no arrepentirme luego, hacerle un altar al cinismo y convertirme en rey del desalmado.
Quiero que te burles y me lo digas de frente.
Que me aplaudas si te aplaudo.
Que me llores si me enfado.
Que cada lágrima me limpies con tus manos calientes, no con pañuelos, no con mentiras, no con "te entiendo"s.
Quiero que eso, que me entiendas y nunca me lo digas, que no me refrendes la verdad sólo por casualidad.
Quiero carne magra en mi plato de todos los días, jugo de naranja en las mañanas, viento en las tardes y que, de ser urgente, me bajes el mismo sol a mi ventana y me empujes y me obligues a verlo .../.../... y te quedes callada ... como yo me quedo.
Yo quiero, mi amorcito, quiero reírme.
Ya no volar en camas de agua; dormir mejor en colchón, como el resto de la gente.
Y hablar con un amigo y decirle: anda, ven, que ya te esperamos.
Quiero leerte un cuento de hadas, y vivirlo y actuarlo, no para que te duermas; para que lo vivas leértelo deseo.
Quiero emborracharme en tu mirar, saciar mi vista de belleza, cautivarte sin flores, sin sonrisas, sin regalos, sin pliegos petitorios que me saquen de quicio. .../... /... o que me saquen si quieren. Volverme loco y sin luna, eso quiero; no un señorito de estampa, catrín y presentable, no un recuerdo de foto, no un diagrama, no un paradigma ... /... /... no una escuadra no, eso no ... /... /... eso no quiero.

Eso no quiero.
Reírme de mí no quiero.
y a tí, mi amorcito, pensándomelo bien... /... /...
a tí mi amorcito tampoco te quiero otorgar.

¡Feliz día de San Valentín!
hermanos, amigas, amigos, familia: les quiero mucho.

Remedios Caseros

[ de la serie: escritos libres /textos inspirados en dibujos de Lalo Jácome / abril - agosto del 99 ]

Mi calma se aminora. Muchos días de igual padecimiento me acaloran y perturban mi organismo; abro la ventana que da al aire y menosprecio a las alturas, el sopor no varía, se vuelve interminable. Como si se tratase de una imposición divina, vuelve a mi mente la diarrea y me sofoca, me llena de asco, soluciona el antiguo problema de excederme en cuatro kilos.
Surge pues la idea de un invento, nada farmacéutico, que me proporcione la dicha de no asistir tanto al escusado, ya que empieza a convertirse en mi área de trabajo. No lo tolero.
Así pues, me voy al pueblo sin equipaje, es ahí donde me encuentro con los olores que hace mucho tiempo no veía, para entrar en sus casas debo vestirme con largas mantas desgarradas que me protegerán de los turistas y bañarme a media luz con hierbas que imaginen ser concebidas por mi mente hasta lograr que el color de mi piel se asemeje al de ellas, limpio, bruto, sincero.
Tomo después el empedrado que me conduce hasta el ingenuo manantial que juega con sus transparentes cabellos, los enchina, los adelgaza, los vuelve vigorosos. Cuando se entera de que existo se queda estático y me mira con temor a que me burle de él, tan inofensivo. "Haces mal en asustarte; he venido a reírme de nosotros, no de ti; siempre buscamos la forma de aparentar que lo sabemos todo, basamos nuestra teoría en fórmulas químicas y la vendemos bajo receta. Logramos que los medicamentos sean prohibidos por su elevado precio, creyendo así que seremos menos los que gocemos del total alivio. Nada es cierto."
El manantial, discretamente comienza a mofarse de la falsa integridad de mis enunciados, hasta que no puede contenerse y lanza un estruendo en carcajada. Altero mi creencia y también me río, pero mi mueca disminuye al darme cuenta de que sólo huyo de un mal terrenal bajo preceptos celestiales; algo muy vano pues se trata de diarrea. Me alejo triste escuchando las, ahora desorbitadas, risas de mi antiguo compañero, aquel que abandoné por dedicarme a todo lo somero, al que no di gracias por sentirme Hombre, al que poco a poco mato sin darme cuenta.
De regreso el viento es el mismo, siempre calmoso, monótono. Las torturas que le impongo a mi estómago obligándolo a tomar Pepto-Bismol que algún tipito me vende diciéndome gracias, me remuerden la conciencia; más aún, cuando veo en el embalaje la leyenda: "si persisten las molestias, consulte a su médico". ¡qué carajos!.

Ingerir un Insomnio

[ de la serie: escritos libres /textos inspirados en dibujos de Lalo Jácome / abril - agosto del 99 ]

(O soldar un desconsuelo)

Las vendimias de falluca que ofrece Dios al por mayor, creyéndonos absurdos conformistas, han dado forma a algo indefinible e incontenible como lo suele ser la falta de sueño.
Revuelto en mis sábanas; indagando en mi pasado y resolviendo mi futuro, logro manosear siluetas imperfectas, divertidas, abruptas que buscan mi equilibrio; lo destrozan, juegan con él, distorsionan a mis líneas, hacen palidecer a mis inventos (a los grotescos, a los sanos, a los abstractos).
Testimonio de todo esto es mi obra, siempre continua, a la que me apego cuando el Helio dios desciende apocando su fiereza y la bella hermanastra de la Tierra, su satélite, me seduce hasta lograr la excitación total de mis vísceras y mis sentidos.
La noche, terca solitaria, es un espectro que me atrae a desconfiar de la luz solar. Es en la obscuridad azul grisácea que me brinda esta hermosura, cuando los contornos mal delimitados por mi mente cobran forma y textura, asemejándose a los dioses paganos que llevo dentro; las simples cosas, superfluas todas ellas, se visten de gala y asisten al festín de mi paleta gastada, están ahí mas no me invitan. Observo, intuyo, creo historias.
Aquí comienza mi patética abstracción, la distraída, a la que nada doy. Me toma por la cintura rodeándome, se estremece en mi abdomen, consigue marearme debido a su olor, me enfado: cuándo será el día en que ella se amolde a mi figura de normal y corriente; de esta manera me va haciendo conjuntar el número de experiencias que en el día han sido retenidas por mi incesante, siempre presente y mal nacida curiosidad.
No puedo dormir, o no quiero dormir - pues en mi caso la afirmación se vuelve monótona - y para esto me valgo de pastillas que me impidan el paso hacia el letargo. Mi aparente negación al sueño es necesaria; deslizándome por las sombras, acariciándolas y posteriormente engulléndolas las voy volviendo mías. Así noto que existe una relación muy ambigua entre desear hacerles el amor y tener miedo para ello; busco a ese pavor pero no lo encuentro, se me esconde a diario para que no lo asuste, rezo para que el valor me espere. ¿Tienes miedo de?.

jueves, 2 de febrero de 2006

Cruce de Caminos 4/n

- Prendí con distracción uno de los cerillos donados por La Central S.A. de C.V para la Fundación de Apoyo Social (FAS), mismos que serían distribuidos en apoyo de las comunidades que patrocina esta institución. No sé la causa de hallarlos en mi cocina, pero el encender un cigarrillo con fósforos siempre me ha recordado algun detalle de romanticismo puntual. El muy miserable se apagó a medio viaje entre la caja y el cigarro. Enfadado tomé otro con brusquedad de sobra, lo raspé tres veces inutilmente, mi mano empezó a ponerseme nerviosa y yo, sin cautela alguna, dejé la caja entreabierta, intenté por cuarta ocasión, ya con resultados favorables, de pronto, el viviente cirio de papel encerado y fósforo escapó al destino y se metió de vuelta a su madriguera, provocando un susto y un maravilloso deleite de pirotecnia, calor y magia. 300 cerillos irregulares (ciérrese antes de encender) masacrados injustamente por un niño caprichoso. No sé si a la FAS le guste la idea; las noticias advierten del frío que azotará en las próximas semanas a la región montañosa del Estado de Veracruz.

- En contraparte; me resulta de un ingenio digno el “café del tiempo”, creado en las playas de Valencia, en España, por aquello de los veranos con 50 grados encima. Un vaso jaibolero, tres o cuatro hielos, un poco de canela en raja, un twist de limón, miel de abeja al gusto y sobre ello, se vierte el café hirviente para beberse enseguida. Toda una ambrosía.

- Hace tres noches me acerqué a una famosa panadería de mi pueblo; entré con la intención de comprar dos bolillos duros de hace algunas horas y sorpresivamente noto que se trata de pan fresco, crocante por fuera, calentito por dentro, listo para devorarse. Aún feliz por el hallazgo se lo comunico a la despachadora (encantadora palabra) quien, rebozante de orgullo, enfatiza su discurso: “joven, somos la única panadería que se precia de sacar una segunda tanda de pan a las siete de la noche… otras a las cuatro ya le paran pero aquí la patrona ya nos dijo, es más, tiene rato que nos dijo, de aquí no se van hasta las nueve y yo les pago estra, dice, y que agarra un cabrón… / ¿qué más va a querer? / nada más señora / …ah le digo joven, y que agarra un cabrón y se prende con la patrona y le dice, ambrón yo no me quedo hasta las nueve, son un chingo de horas, y que lo corre la seño / ¿de verdad señora? / pus nostá trabajando orita allá bajo con Los Huerta / (medio chasquido) ¡Nombreee! – pongo cara de aflicción por el “cabrón” ese - / si le digo… ai tiene, son 6 pesitos (salí de ahí con dos bolillos y una bolsa de galletas con rico sabor a zumo de naranja) / sale, gracias, ¡nasnoches! … / páselm’chacho”.

- Al 53% de los autos xalapeños nos les funciona alguno de los stops traseros. El 5% no tiene las placas de reciente diseño. Un 13% tiene los espejos polarizados. Y un 0.8% tiene su placa enmarcada con neón azul Baby’Oh Discoteque Acapulco 1988. Por cierto, hace poco rebasé a la estaquita de nombre “me ves y sufres”, prima hermana de “vieja, pero no de todos II” y sobrina de “Dios quiera que regreses”.

- Salieron del bar de Casa Bonilla, en Coatepec; estaban borrachos; uno lo retó poniendo los brazos en posición de ataque, el otro se aventó sin decoro ni buen gusto; de inmediato el semáforo en verde, pero el morbo me obligó a quedarme ahí, en neutro, hipnotizado. El conductor de atrás suelta el primer pitido; avancé despacio, sonriendo, mirando cómo se golpeaban, imaginando los motivos; los meseros ya no sabían que hacer y hasta el del guitarrón había salido como ayuda al percance. “¡Santa Sangre!, qué devotos somos tus vástagos”, diría Juana de Azbaje.

miércoles, 1 de febrero de 2006

Debut IV

Es Cierto; dice Oliver W. Holmes que "cuando la mente de una persona se estimula con una nueva idea, jamás vuelve a tomar su dimensión original". El tipo se fue a lo seguro. No hay necesidad de incitar a mi alma para que recuerde un suceso o para que sea creativa. Siempre hay dosis de talento acechándonos; canalizar cabalmente ese ingrediente, es deber humano. ¿Para qué tantos vasitos con agua?, sólo mencionar que la causa principal de los problemas, son sus soluciones.

Jazmín Envuelta

Una narración de Juan Carlos Medrano.


‘Tiempo después’. Ella nunca supo a dónde mirar. Durante todos sus años mozos fue llevada ante cientos, y literalmente explico y reitero, cientos de admiradores y otros tantos pretendientes. Acabó con el peor. Pero a Jazmín se le terminaba el tiempo o al menos eso se decía cada mañana al verse cara a cara con el espejo maligno que le devolvía un rostro triste, de ángel, pero triste.
Tal vez era el momento de decidir si seguir con vida o traicionar a todo instinto moral y matarse enseguida, ahí, ante el espejo que la veía demacrada y vieja. Jazmín susurró unas cuantas palabras al oído místico del aire y mirose con maldad en su reflejo precavido. ¿Qué le recordaba ese vestido?, ¿qué era lo que tantos habían visto en ella que los tenía tan encantados?, ¿cómo era cuando pequeña?, ¿por qué nació? y ¿qué es ahora lo que la impulsa a querer morirse?. Hubiera querido hacer todas esas preguntas a tiempo. Pero era muy tarde: si sucumbía a los deleites de la muerte, en este justo instante, nadie vendría a reclamar su cabellera brillante o mal hallara al día en que el evento sucedió. Ningún hombre, con honra, patán o aventurero, se diría decaído por la ausencia de Jazmín. Esas cosechas ya no viven. Pasaron a formar parte del inventario de leyendas populares; la mujer más bella del mundo, el espacio sagrado de su alma, el embrujo de su cuerpo y su mirar, la rabia de sus dientes, el poder de su voz, ¡maldita voz aquella que reemplazó a Jazmín!.

Damián. Fue ella quien me mandó llamar, por los días de la derrota nacional, mientras litigaba un caso venenoso de asesinato en primer grado; el tipo era culpable y no había mucho que hacer por su pobre aliento, moriría electrocutado, pues así lo marcaban las leyes del estado donde fue enjuiciado y todos olvidaríamos el asunto muy pronto. Así fue, a Elías lo metieron en la silla, su muerte duró, clínicamente, un minuto y cuarenta y dos segundos; algo terrible si nos ponemos a suponer la cantidad de energía que es descargada en el cuerpo del acusado.
Nos conocimos por un meritorio accidente automovilístico donde ella iba algo alcoholizada y yo, afeitándome, pérdida total, ninguno salió herido de aquel suceso... quizá alguna cicatriz de memoria, o alguna contusión mínima en la frente, nos dimos la mano, sonreímos a la par; mujer muy bella, con sonrisa de querube, ojos miel, piel morena, unas piernas suculentas tornadas divinamente con medias de seda casi imperceptibles, unos labios, que juro ante mi madre, fueron hechos por el mismo lucifer. Y su voz; lo primero que oí decirle fue un descompuesto “gracias caballero” seguido de una carcajada de terror, producto de los vodkas ingeridos previamente. Entonces la tomé del brazo pues la dama se caía por el impacto. Carraspeé algo, quizá los nervios, algo como un “pero qué guapa”, no sé si me oyó y no me interesa, era la verdad y a ésta estoy destinado para siempre.
Así que, para no abrumar con historias que quizá no vengan adecuadas. Aclaramos conceptos, confió en mí cuando le comenté que era abogado y que me haría cargo de todo. La chica se veía una dama adinerada, quizá no le importó. “tómese un café conmigo”, volvió a reír (y yo siempre tomo las risas como un asentimiento), “ande entonces, deme su brazo, le ayudo”. Salimos del sitio algo maltratados en ropajes. Tardarían un poco en encontrarnos, no era una carretera transitada. Me sentí un hombre afortunado.

Eva. La señorita Mina llegó a la residencia poco antes de las once. Yo desperté aturdida, con miedo, miedo que siempre le da a una cuando escucha a horas fuera de lo común cualquier tipo de ruido y salí de la habitación donde dormía con el camisón, regalo de mi madre, a ver que ocurría.
Los señores tienen un pasillo amplio, alfombrado, con tapetes muy caros a los lados que diariamente limpio de los polvos que almacenan. Hay tres puertas sin contar la de mi espacio, el que me destinan. La primera es un bañito cómodo donde todos vamos antes de cualquier comida al lavado impecable de manos y rostro antes de sentarnos a la mesa. A mí sí me dejan comer con ellos, los pasados patrones eran terribles, gente mala y muy separatista, pero a ellos sí les gusta, y me dejan hablar y comentar algo al respecto, creo que por que les hago reír; la segunda puerta es la que pertenece al cuarto de la señorita Mina donde rara vez alguien entra, nos lo tiene terminantemente prohibido, es una puerta color crema muy linda que cada que puedo pulo con un aceite especial que me han comprado para las maderas pintadas, cosas raras; la tercera y última puerta... ¿si le dije que eran tres?, porque pensé que había dicho cuatro y no señor, son sólo tres puertas las que tiene ese pasillo; la puerta número tres es la de los señores y en ella entro y salgo todos los días, puedo ver la televisión mientras escombro, que en realidad no es difícil pues son personas ordenadas, yo creo que hasta el exceso, que usualmente dan poco trabajo.
Al final del pasillo, nada, una separación de esas invisibles que hacen ahora los que construyen casas para que se luzca el sitio y la sala, una salita muy roja, con dos lámparas que son la envidia de medio mundo cuando viene de visita; la señora Berta ordena prenderlas en ocasiones especiales. Aquel día, ellos viajaban celebrando un aniversario más de las nupcias y la casa quedó sola para esta madame... y la señorita Jazmín, por supuesto. Pues las lamparillas estaban prendidas, las dos y había, también en par, unas risitas minúsculas que luego se elevaban y bajaban de nuevo casi cediendo el paso a los gemidos y los saliveos tronados que proporciona uno de esos besos románticos de película actual.
Mina y un joven, de no tan mala soldadura, lucían despiertos y un poco ebrios en la salita apreciada. Mina se paró, creo que por la botella a la barra y el joven quedó sonriendo un tanto ido ante la copa, pero de pronto levantó la mirada y vi dos ojos llenos de maldad que me sonreían con alevosía, despacio, pero presta, recorrí de vuelta el pasillo y me metí en mi cama. Las risas cesaron un poco.

Arianna. La conozco, soy su mejor amiga, o la más íntima al menos, no quiero aclarar conceptos de amistad, por hoy, dejemos en paz ese tema. Aquí lo que interesa no es mi apego a las personas de mi mismo sexo, es Jazmín la que interesa ¿cierto?. Entonces hablaré de Jazmín y no de mí o de mis inclinaciones sexuales.
La niña era un bombón, ante cualquiera quiero decir, a nadie le negaba una sonrisa y a pocos, el acto, dejaba inadvertidos. Dulce, sencilla, siempre animada, bien vestida, bastante cuidada de su cuerpo, con siete lunares en la espalda en puntos que pueden dejar petrificados a los ojos del dios más poderoso e intangible. Estudiamos juntas, lo mismo, nos divertimos como toda chica de 24, fuimos a lugares preciosos, muy naturales, le gustaba la naturaleza, observar, era el único momento donde callaba... y lo hacía bien, callar es un arte en personas como ella. Hicimos de todo, pregunte... (usted pregunta).
De ese día. Nada, por la mañana le llamé a casa y contestó Evita, la sirvienta, una mujer maravillosa... nada, que no estaba, que salió muy temprano (acompañada de un joven apuesto, pero eso me lo callo)... sí nos vimos por la tarde del día anterior, en una fiesta de diseñadores... ¡y mucho!, el vodka no se siente cuando lo sirven bien frío con un poco de naranja... No, verá, ella estaba perfectamente cuerda cuando salimos de la reunión, me pidió las llaves de su auto que al llegar me dio a guardar y no dudé en regresarlas... Es fuerte, sí, nunca la he visto mal por tomarse unas copitas. Yo vomité en el baño de Joaquim, terrible, no volveré jamás a esa casa, su mujer se entera y me mata... es una expresión, por Dios.
Llamé para preguntar... claro que estaba preocupada, ya le digo, somos muy “juntitas” en esto de llamarnos después de fiestas... Evita me lo dijo “ya se fue señorita Ari, salió temprano, llevaba prisa, ni siquiera se desayunó”, textual... Jazmín nunca desayuna señor, no es tan grave, debería intentarlo un día... y después nada, no he sabido de ella... sí, pero no me gusta atosigar a la gente, usted comprenda, usted más que nadie comprenda que no es correcto fastidiar a las personas en horas de trabajo... bonito color, aquí está la mía, llámeme un día guapo (guiño el ojo para que piense que soy una zorra y una bruta)... pase caballero (¡puñal!).

Raúl. Raúl Soriante, apúntelo tal cual, es importante. Dentro de muy poco, cuando mi padre muera, heredo “Las Telas de Soriante”; y ya sabrá que el negocio marcha bien; quiero que sea mejor. Hagamos esto, yo le cuento de Jazz y usted me deja un rato a solas con Matilde... me está esperando (debe susurrarle y, por cierto, los billetes de doscientos están pasados de moda).
De Jazz nunca fui nada, no tuve ningún interés en ella como para declararle mi amor o sonreírle para ver qué pasaba, no, sólo me encanta su compañía, es la única chica guapa con la que puedo hablar sobre cosas no tan tangibles, ¿me sigue?. La mujer tiene una inteligencia asombrosa, ese tipo de agudeza que deja fríos a los sentidos y poco calmos. Eso me gusta en las mujeres, su madurez intelectual, su saber sobre la savia, sobre la lluvia, sobre el terreno que se pisa. Yo diría que es muy callada, que ese es uno de sus muchos y grandes inconvenientes. Si fuera más sociable sería una chica perfecta, pero nunca sale, ni siquiera a las reuniones que organiza la compañía ésta de diseño para la que trabaja. Es una chica rara. Jamás la verá bebiendo, ni fumando marihuana, ni siquiera tosiendo enfrente de otros por “modales” que aprende uno desde pequeño.
Quizá le guste saber que no hay hombre en la vida que la haya penetrado, la muy maldita es una virgen llena de ganas por ser desvirgada, pero no habla, pues así, cómo, dígame. Nunca le he conocido un novio, su vida sentimental es prácticamente inaccesible para cualquiera.
La última vez que le vi, yo estaba en un cafetín curándome el frío y sosteniendo una plática con (dedo pulgar apuntando hacia atrás y luego el biensabido susurro) Matilde, ya sabe, para descongelarnos e, iniciar, posiblemente una bonita relación. Soy un hombre que debe tener una chica formal: “te he estado viendo en la escuela, y me llaman la atención tus ojos, pero, no creo que seas mi tipo”, esas cosas que prenden a cualquier bollito... y luego, ¡exacto!, luego me llama un día para invitarme al cafetín que está sobre la federal a Calvarios, ¿le conoce?, maderita, banda de rock urbano muy queda, algo de café con brandy y las siempre usuales conversaciones juveniles a nuestro alrededor. La ligué, costó poco trabajo una vez que el primer beso, casi por descuido llegó. Y luego Jazz, con un vestidito de fantasía hace sonar las campanillis de la puerta acompañada de un tipo con diminutas gotas de sangre sobre la camisa blanca.
No me vio, o no quiso mirarme por miedo a las preguntas, se le podía saber contenta. No creo que estuviera borracha, de estarlo, un chico como yo se da cuenta, usted comprende, tantas noches, tantas farras, tantos encuentros en discos con niñas tomadas. No creo que estuviera borracha, de saberlo, quizá hubiera dejado en la mesita, sola y con su vida llena de estorbos a Matilde. Así es la gente como Jazz, precavida gran parte de su vida hasta que por accidente del azar llega a un lugar público donde están todos sus conocidos que ya hablan a espaldas suyas del acontecimiento.
Estuvo una hora, reía mucho, insistentemente, como pidiendo ayuda, pero el tipo, aunque seguro, carita, bien vestido y hablador, no parecía en lo absoluto un criminal ¿lo es?. Verá, debo dejar esto a un lado, después hablamos, le parece el... viernes. El viernes me queda perfecto para la tensión un güisqui, ¿usted lo toma?. El viernes entonces, aquí le espero.

Alfredo y la señora Luz.
La única posibilidad es que haya sido el muchacho que tanto la acompañaba. Rafael, Raúl... ¡Rafael!. No había día que no estuvieran juntos en la mesita de la ventana ésta que se ve desde aquí. Es un lugar especial pues por las tardes tiene la luz perfecta para conversaciones largas y por las noches es muy fresca por su cercanía con los ventiladores además de que el poblado se ilumina y proporciona una atmósfera cálida muy apropiada para jóvenes con clase como ellos dos.
Ahora que lo veo con más calma, y trato de visualizar el día aquel que se nos cuenta... no estaba Rafael con ella, era más bien, no es verdad, estaba con Rafael, sí, pero después salió unos minutos. Ari la acompañó y regresaron entonces con un joven muy alto, serio y elegante que reía poco a comparación de sus acompañantes.
Había sangre en la camisa del tipo.
Sí. Un poco, Luchi se agitó conmigo en la barra y le dije que se quedara tranquila y que se irían pronto. El joven no es del pueblo, nos asustamos por esa y por otras razones.
Su mirada Alfredo, su mirada era la de un chico siniestro que se aprovecharía de ambas tan pronto como le diéramos la cuenta. Quería llamar a la policía para que hicieran las preguntas pertinentes. No hay que confiar si de repente ves, en tu establecimiento, un forastero con sangre en la camisa y doliéndose un tanto de uno de los brazos.
No se dolía, era más bien un impulso nervioso que le obligaba a moverlo de forma extraña. Eso era todo Luchi, no cofundas más al hombre.
Pues como 30 años, quizá menos, bebieron vodka con naranja y salieron de ahí.
No, sólo jazmín y el tipo.
A Arianna le dejaron con un grupo de amigas con las que siempre se la pasa horas aquí. Se le veía borracha y aunque Jazmín también lo estaba, creo que más bien era algún tipo de treta para que los dejara solos.
A Jazmín le gustaba el tipo.
¿Cómo lo sabes? (se escuchó al unísono, sólo que la del interrogante fue sin la última ese de sabes –cuestiones de propiedad que deben ser respetadas cuando se realiza una entrevista-)
Cualquier hombre se puede enterar cuando una chica quiere algo más contigo. No te ofendas Luchi, pero hay muchas estudiantes aquí que por lograr descuentos en la cuenta me cierran el ojo, se alzan la falda, se mojan los labios...
Bueno, bueno Alfredo, (manoteo al aire, indicativo de un cambio de tema urgente, la pareja tiene problemas, como todos, pero quizá sus problemas pueden deberse a alguna infidelidad lograda por Alfredo con alguna estudiante por “problemas de cuenta”).
Estoy seguro que Jazmín se fue a algún lugar más (ademanes del entrecomillado) íntimo con él. Hay que entender la escena con las copas, la elegancia, la rebeldía que se despierta, la edad de estos muchachos y sabremos entonces que hay mucho de probabilidades de que Jazmín haya pasado toda la noche teniendo relaciones sexuales...
Alfredo...
Jazmín no es una chica a la que cualquiera pueda menospreciar. Teniendo esa oportunidad de hallarla con unos vodkas de más, pues...
Pues qué Alfredo.
Pues se ocupa Luchi. Mi amor, entiende lo que estoy diciendo y no hagas volar a tu imaginación con miles de preguntas sobre el matrimonio, “la seguridad de mi esposo” y las diarias y múltiples faldas que se le alzan en los ojos. No Luchi.
¡Múltiples! (ríe sarcásticamente), ¿Quiere un café, una cerveza, agua?, yo quiero agua, ¿tú quieres? (nerviosa). Me da pena lo de la chica. ¿y murió?

Joaquim. Sí la conozco, es Jazmín Praga, buena en su trabajo, la hija del diputado que perdió las elecciones nacionales. Vendrán tiempos oscuros ¿señor?... Medrano, tiempos muy oscuros, de políticas atrincheradas y sabios que salen en la tevé diciendo que nunca esperaban un cambio tan repentino. No vamos a creerles a ninguno de esos partidarios de lo siniestro, que nunca estuvieron de acuerdo e incluso que votaron por la izquierda. Por eso perdió el padre de la chica, por los traidores.
No tenía idea de lo sucedido señor Medrano. Es más, me inquieta que esto llegue a tener toques políticos. ¿Será posible?. Sí bueno, a Arianna, Arianna, también trabajó con nosotros. Es lesbiana. Nos lo ha dicho muchas veces, no sé bien por qué. Mi esposa le tiene un rencorcito pues vomitó sobre unas toallas muy preciadas para ella. Fue el catorce, así es. Ha investigado.
Para nada. Siempre bebemos en esas fiestas, usualmente no las organizo yo sino mi personal... presto la casa, es amplia, cómoda y con un genezy que deja estúpido a cualquier vecino. Es broma, no tengo vecinos señor. Tampoco tengo un genezy. Es una imitación pero de cualquier forma hace mucho ruido, más del necesario.
Sola, siempre llega sola a las reuniones con el coche de la madre, a quien no tengo el placer de conocerle, me han invitado en dos ocasiones a su casa, pero (desvía la mirada) no he podido. Casi siempre, sí. ¿por qué lo pregunta?, (es tiempo de cerrarle la puerta a este individuo y no hablar del asunto). Una vez, cuando no estaba, pero fue hace mucho. Nunca lo volvió a hacer. La gente habla. Vocifera más bien. Y eso a ninguna con tal apellido le puede gustar.
Muy enterado. Era una de mis contrataciones estrella. Soy un hombre casado, por favor, me ofende. ¡no!, sería tonto negarlo, a todos les gusta la chica, y cómo no, si es tan solidaria con los piropos que le avientan tierra adentro. ¡albañiles, por dios, y quién más!. Está buscando pistas sin un orden y eso es peligroso. Me podría poner a mí como máximo sospechoso solo porque una vez le di a probar vodka por primera ocasión para su paladar. No es un delito. ¡No sublimo a nadie señor!.
Disculpe, estoy cansado, y me molestan los gritos que me provoca. Hasta pronto, vuelva con una mejor excusa para molestar. Su jefe, en un estricto sentido laboral, eso soy, le repito, esa es la ú n i c a p i n c h e r e l a c i ó n que sostengo con Jazmín. Ahora váyase y quéjese de su incompetencia con otro menos pendejo. Sé que es su trabajo como el mío, y debiera saberlo de antemano detective, es tratar de mantener un ambiente sano en esta casa. ¡las reuniones no son de su incumbencia!. (portazo final, rabia injustificada >> nerviosismo ante la entrevista, apuntes pragmáticos en una libreta mojada con portada de conejito rascahuele, 75 hojas rayadas, papel bond, ¡apunta todas tus tareas!).

Son las dos del viernes. Apoyamos la idea de un posible homicidio en la habitación de Jazmín por un individuo fuerte que utilizo sólo sus manos para estrangular a la víctima. Las investigaciones prosiguen con cautela pues la importancia pública de nuestros entrevistados hace de este caso uno de los renombrados en la esfera de la opinión que poco a poco se va generalizando en pro de una situación de amenaza política luego de la caída de los de derecha. Suposiciones banales de momento pues el diputado Praga ha declarado que esto no tiene que ser visto como una cuestión politizada y que es de mal gusto utilizar a su hija como el emblema de la derrota nacional. Jazmín Praga está muerta y eso es lo que nos importa, aunque algunos aseguran que la tienen escondida en otro país hasta que todo esté en paz por este México insurgente.

Jazmín. La madre. Así es, 54. No. ¿y usted lo cree?, ¿ha visto el cuerpo?, ¿las marcas en el cuello?, ¿y su cicatriz?. No, no puede ser. Están inventado todo esto. Por puro gusto de joderse a mi marido. Es un títere, lo mandaron a investigar los rastros de un ficticio acontecimiento señor. Es mejor que las cosas se queden como están. Nuestro abogado dice que no tengo por qué contestar a las preguntas que me hagan tipos como usted. Sólo datos irrelevantes supongo. El caso se cerró hace tiempo. ¿Elías?, fue el culpable de todo esto, drogadicto que irrumpió en la casa, vagabundo, cero familia y asociados, pobre, sin buen abogado defensor; nuestro Damián lo vendió a la fiscalía y caso cerrado. El joven merecía morir. Y a usted esto no le incomoda en lo absoluto pues depende en parte de nosotros si quiere seguir en la policía, llene los papeles y la ficha de la investigación, el pago está donde debe y su cuenta se transfiere en el momento en que firme aceptando el cese de sus preguntas. Anda alborotando a nuestros allegados Medrano. No hay de qué. Hizo lo suyo. Yo le digo... no debe importarle pero soy una mujer de clase. Está en Londres. Así es. Ellos dos se casan en cuatro días. (felicidades señora). No sabemos si regresan, aquí a la chica la reconocen fácil y a su Damián no le alcanzaría para la vida de lujos que llevan. Se gastan todo. Pero se ven tan lindos juntos. Y a ella le pinta bien el blanco. Hace poco lo escogimos, sí. Fue usted muy amable. Mi esposo y yo quisiéramos saber más seguido de su paradero, así que no se nos descuide o pierda por ahí.

‘Tiempo después’. Jazmín ha vivido escondida y su luz se asfixia con la calma de los ventanales grises y con nubes. Damián ya no le quiere, se convirtió en un gordo de putas inglesas. Jazmín se mira en el espejo esperando encontrar la causa que la debilita tanto. Se niega a morir pues dejaría una fortuna imperial en manos del patán marido. Atrás, en el espejo, un par de guantes, un encargado sigiloso aprieta su cuello vigorosamente hasta que una de sus venas principales estalla. Jazmín muere al instante y no hay nadie que esté ahí para reclamar su cabellera brillante. Jazmín nunca supo a dónde mirar, de haberlo sabido quizá esquivaba al asesino para seguir escondiéndose el resto de sus días. Y así morir y morir y morir y volver a hacerlo eternamente dentro de una solución simple, calculada, rutinaria.

para toda “la onda”, de nuevo.
Noviembre. 2002.
correcciones y nueva trama: enero 27/28. 2006.